La noche del 14 y madrugada del 15 de agosto, todos los caminos llevaron a Huamantla, Tlaxcala. Miles de hombres y mujeres de todas las edades se dirigieron hacia allá para celebrar un año más de La Noche en que Nadie Duerme.
Esta es una tradición católica, con la exposición de arte efímero más grande de México, con la que la iglesia católica festeja cada año la fiesta patronal en honor a la virgen de La Caridad.
Por ello, cientos de habitantes de Huamantla tapizan las calles del primer cuadro de la ciudad con largos tapetes de aserrín de diversos colores con los que dan forma a flores, aves, y figuras geométricas.
Los tapetes son una ofrenda a la virgen de La Caridad, que sale en procesión pasada la medianoche del 14 de agosto, para recorrer cada tapete, y regresa a la iglesia durante las primeras horas del 15.
Óscar Hernández, por ejemplo, confeccionó un tapete de 500 metros de largo y cuatro ancho, junto con su familia inició el trabajo a las 18 horas del 14 de agosto, y tenía que estar concluido a las 24:00 horas. Seis horas manipulando aserrines, coladores y bastidores para dar forma a un tapete de pavorreales y flores al centro, y un margen de pétalos y grecas a los lados.
“Simplemente es un trabajo bien hecho, garantizado, para que lo admiren, le saquen fotos y se lleven un recuerdo”, dijo.
Por eso le llaman La Noche en que Nadie Duerme, porque mientras unos trabajan en la confección de los largos tapetes, otros llegan a Huamantla para recorrerlos y admirarlos, y otros para esperar el recorrido que hace la virgen durante toda la noche. La fiesta se convierte en una gran velada.
“Pero hay unos que sí dormimos, los que nos cansamos nos vamos a dormir un rato, pero sí es la noche que nadie duerme”, remarcó.
Y seis horas de trabajo quedan destruidas en segundo cuando pasa la procesión de la virgen a bordo del lujoso carruaje qué la transporta. El recorrido inicia frente a la basílica de la virgen de La Caridad y recorre al menos 17 calles del primer cuadro de la ciudad de Huamantla, todas tapizadas con coloridos tapetes de aserrín que representan el arte efímero de este pueblo mágico de Huamantla.
La Noche en que Nadie Duerme es una tradición que atrae a miles de visitantes que acuden a admirar el trabajo de los artesanos alfombristas de Huamantla y a expresar su fe a la Virgen de la Caridad.
Lo que hace especial a La Noche en que Nadie Duerme no es solo la belleza de las alfombras y el fervor religioso, sino también el sentido de comunidad que impregna el evento que hace que la noche de cada 14 de agosto, en Huamantla, sea un testimonio del espíritu colectivo, donde los residentes y visitantes se unen para compartir una experiencia que es, en esencia, una celebración de la vida religiosa y la tradición cultural.
Bordado en oro y plata, el lujoso vestido de la virgen donado por Carlos Rivera
Cada año durante La Noche en que Nadie Duerme, la Virgen de la Caridad porta un vestido y manto bordados en oro o plata, y este año no fue la excepción, solo que por esta ocasión el donador del lujoso ajuar fue el cantante Carlos Rivera.
De esta forma, el originario de Huamantla celebró sus 20 años de carrera musical, y la iglesia católica los 50 años de la coronación pontificia de la sagrada imagen.
“Para mi familia y para mí, es un gran honor ser donantes del vestido de Nuestra Señora de la Caridad, patrona de Huamantla”, publicó el cantante en sus redes sociales.
El lujo vestido de la virgen es donado cada año por una familia que desea expresar su fe; por esa razón, Rivera tuvo que esperar cinco años para ser el donante porque había una lista previa.
La pieza, confeccionada en finas telas en tonos blanco y azul, es bordada cada año por decenas de mujeres y algunos hombres, que se hacen llamar Los Bordadores de Estrellas, quienes conservan esta antigua tradición iniciada y heredada por la señorita Carito.
“Muchos años de tradición por las mágicas manos de las bordadoras del vestido “y con sus bordados de oro y brillantes corazones miles haces palpitar””, indicó el intérprete Si te vas.
El vestido de la Virgen de la Caridad fue bordado con hilos y canutillos de oro, también de plata, e incluyó siete mil piedras de cristal de Swarovski.
Además, llevó plasmada la firma del Papa Francisco, que consiguió el cantante en calidad de embajador de Scholas Ocurrentes, la fundación de Su Santidad.