El cambio en la apariencia del Mural de la Batalla lo percibieron y alertaron los visitantes que llegan a la zona arqueológica, así como los custodios del sitio. El INAH ya realiza estudios, con técnicas como la colorimetría, para solventar las dudas e inquietudes surgidas, principalmente, de los turistas.
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El Mural de la Batalla, resguardado dentro del Gran Basamento de la Zona Arqueológica de Cacaxtla, en Nativitas, Tlaxcala, registra severa decoloración de sus tonos, advirtieron arqueólogos del INAH, quienes atribuyen al daño, de manera preliminar, a la caída de ceniza del volcán Popocatépetl en el patrimonio histórico.

Así lo reveló la arqueóloga y restauradora, Alatiel de la Mora Gómez, durante el conversatorio Entre Pinturas y Deidades, que organizó el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en el marco de la conmemoración de los 48 años del descubrimiento del Gran Basamento de Cacaxtla.

Dijo que como parte de las actividades de conservación preventiva en los murales del Templo Rojo y de la Batalla, el INAH, a través de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural y del Laboratorio Códice, investiga la formación de una “red cristalina” que se percibe en el segundo mural referido, la cual ha provocado disminución en la intensidad de los colores.

“Algunas de las conclusiones, todavía preliminares, es que se trate, posiblemente, de ceniza volcánica porque al estar, tal cual, en un corredor directo hacia el Popocatépetl que ha estado teniendo muchas exhalaciones últimamente y que la ceniza es super pequeña, al parecer, se incrusta en los pequeños poros de los aplanados y es lo que también da esta imagen un tanto como velada, más blanquecina o con menos intensidad de los colores”, apuntó.

Remarcó que el cambio en la apariencia del Mural de la Batalla ha sido percibida y alertada tanto por los turistas como por el personal que custodia todos los días la zona arqueológica.

Por ello, subrayó, que iniciaron estudios más concluyentes, con técnicas como la colorimetría, para solventar esas dudas e inquietudes que surgen, sobre todo, en las personas que asisten a la zona arqueológica.

En efecto, actualmente, el Mural de la Batalla en la zona arqueológica de Cacaxtla luce opaco, casi blanco, en algunas partes de su composición, pese a que está protegido con una cubierta de acrílico.

“Estamos haciendo cada vez más estudios más puntuales, con personal de la coordinación y personal del laboratorio códice con quienes estamos apoyándonos para hacer el estudio puntual de los posibles deterioros, afectaciones o cambios que se notan en las pinturas”, indicó de la Mora Gómez.

Aunque reconoció el posible daño en ese patrimonio histórico bajo resguardo del INAH, sostuvo que los murales se encuentran estables y que su estado es bueno porque “no tienen riesgo de colapso, no están cayéndose, no hay oquedades”; entonces, dijo, afortunadamente tenemos pinturas para rato.

La arqueóloga expuso que, en la época actual, las actividades que realiza el personal del INAH sobre los murales de Cacaxtla se limitan a la conservación preventiva porque estos ya han sido intervenidos “hasta un grado ya muy alto, en años anteriores”, y ya no requieren de una restauración.

“En todo el contexto de las pinturas, nos estamos encargando de que todo el rededor promueva que las pinturas se encuentren en buen estado; es decir, que no haya polvo, no telarañas, que los núcleos de tierra que se encuentran expuestos estén recubiertos para que con el aire no se desgasten y caiga sobre las pinturas”, comentó.

“Que la apreciación de las mismas sea más fácil para los visitantes; es decir, vamos a plantearnos si las mamparas de acrílico que tienen son las más adecuadas para que la gente pueda apreciar bien el Mural de la Batalla”, agregó.

En el caso del mural del Templo Rojo, subrayó que tiene prioridad la limpieza de las escaleras como su readaptación, así como la cubierta que lo protege de goteras; además de controlar el crecimiento de microorganismos por la humedad y la luz directa del sol sobre las pinturas, lo cual depende de las estaciones del año y de las horas del día.

El daño es más antiguo

Desde 2022, el arqueólogo Andrés Santana, investigador adscrito al Centro INAH-Tlaxcala, advirtió sobre el daño y deterioro en los murales de Cacaxtla, no solo el Mural de la Batalla sino también el del Templo Rojo, por el golpe directo de los rayos del sol, excesivos procesos de limpieza y porque retiraron los elementos de protección.

El año pasado, también en el marco de la conmemoración del descubrimiento de Cacaxtla, sostuvo que las pinturas murales de la zona arqueológica habían entrado en un proceso de deterioro que podría llevar a su pérdida.

Por ejemplo, destacó que el Mural del Templo Rojo estaba protegido por la antigua techumbre que cubría al gran basamento y que se colapsó, parcialmente, en 2006 por una granizada; aunque la estructura era una protección incompleta, pero funcionaba.

El Mural de la Batalla también estaba cubierto por acrílicos que evitaban que la tierra lo erosionara; aunado de la techumbre que lo protege de la lluvia, y había unas cortinas que se recorrían en determinados horarios para resguardarlo de la insolación.

“Así estaba, pero en una mala decisión se determinó que como ya estaba el techo grande se quitó todos esos elementos protectores. El Mural de la Batalla está cubierto con cortinas, pero están sobrepuestas sobre la pintura; o sea, eso la termina raspando por ponerlas de esa manera”, apuntó el año pasado durante las reflexiones sobre la conservación de Cacaxtla.

Destacó que, como consecuencia, las tonalidades de los colores del mural ya eran diferentes entre un año y otro, lo que revelaba su proceso de deterioro y pérdida. El daño mayor se ubicaba en el lado derecho donde los colores son de menor intensidad, mientras que del lado izquierdo tienen mayor iluminación.

Santana comentó que, aunque algunas restauradoras le explicaron que le habían puesto un filtro protector aplicado sobre la pintura, eso, en su opinión, no funciona, sino que le perjudica más.

No es sólo una cuestión de creer, indicó, sino de mostrar la evidencia, motivo por el que, en su calidad de arqueólogo investigador, ha documentado, con fotografías, el daño al mural. En 1979 las tonalidades eran más vivas, para 2004 disminuyó su intensidad, perjuicio atribuible a la excesiva e innecesaria aplicación de procesos de limpieza, al grado de que después de que se limpiaron los recuadros, que fueron preservados como testigos, quedó impedida la evaluación de los deterioros y la eficacia de las soluciones aplicadas.

“La pintura, definitivamente, sí se está perdiendo y es un gran error dejar que le dé la luz solar directamente a esa área de la pintura. Esa es una de las deficiencias que se ha tenido”.

“La otra, son los excesivos procesos de limpieza. Durante varios años, prácticamente, cada dos años venían restauradores comisionados de México a limpiar la pintura; repetir ese procedimiento de limpieza una y otra y otra vez ha ido acabando con ella, yo lo que decía a algunos compañeros es que es preferible que esté sucia, pero que se conserve, a lo mejor no se ve tan brillante tan clara, pero que se conserve y no estarla limpiando y nos las estamos acabando”.

Desde 2022, el arqueólogo subrayó que era tiempo de enmendar el daño en los murales porque, insistió, el gran orgullo y la gran importancia de Cacaxtla radica en la calidad de sus pinturas y de su conservación.

“O sea, la herencia que nos dejaron de hace cientos de años; nos heredaron aquellas personas unas pinturas perfectamente conservadas, ellos las enterraron con mucho cuidado, pues había un polvo muy fino de tepetate que ponían sobre las pinturas, precisamente, para no dañarlas porque son imágenes sagradas para ellos, y hoy, nosotros, en menos de 40, en menos de 50 años no las hemos acabado. Lo que tenía cientos de años bien preservado, entonces esto es una de las cosas que debemos de cuidar y de enmendar”.

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