Espacio físico y ciberespacio
Por:
Ana Laura Vásquez
Internet no es un mundo paralelo al espacio físico en el que vivimos, no existe tal separación, porque quienes caminan por las calles, quienes conversan en la sala de casa, quienes ven el noticiario a través de la televisión, Facebook, YouTube o hacen compras desde la página electrónica de una reconocida cadena comercial y también los delincuentes son los mismos que utilizan, alimentan y dan vida a Internet.
Todos ellos están ahí, en el espacio físico y también en el ciberespacio materializado por las redes y sistemas que permiten la comunicación entre computadoras y personas. El Internet existe porque los humanos lo crean, y se transforma y propaga mientras lo usan.
“Conforme Internet se vuelve más potente y su uso se expande a cada vez más lugares, personas y condiciones, se convierte en un espejo más fiel de la humanidad, y con ello también sirve para expresar malas intenciones y para hacer daño real a las personas”, dice Alejandro Pisanty en su libro Llámame Internet.
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¿Qué es el ciberespacio?
El término ciberespacio hace referencia al conjunto de redes y sistemas que habilita la comunicación entre computadoras, personas y otros dispositivos. Dicha comunicación permite transmitir correos electrónicos, consultar páginas web, utilizar servicios digitales y realizar transferencias económicas, entre muchas otras actividades. El ciberespacio no es un sinónimo para la internet, más bien la internet es un “subconjunto” del ciberespacio. (Rodrigo Riquelme 2019-El Economista).
Ese daño real, insertado del espacio físico al ciberespacio, alcanzó a David, Rosa, Norberto, Escribano, Isaac, Edgar y Jesús. Ellos no se conocen, ninguno sabe de la existencia del otro, aun así, las historias de cada uno se entrelazan en Internet y tienen algo en común; los siete vivieron la misma experiencia al caer en un fraude operado con Internet y planeado por seres humanos como ellos, pero con malas intenciones.
Ciberdelincuentes, como ahora les llaman, clonan portales electrónicos con la imagen corporativa de reconocidas empresas y ofertan desde ahí flotillas de automóviles en remate supuestamente propiedad de grandes corporaciones tanto públicas como privadas, que usan como gancho para atraer víctimas y defraudarlas con miles de pesos. Es una modalidad de fraude cibernético transnacional operada con Internet en el ciberespacio.
El sueño de comprarse un automóvil llevó a David, Rosa, Norberto, Escribano, Edgar, Isaac y Jesús a caer en ese tipo de fraude cibernético. En el ciberespacio se encontraron con un remate de flotillas que supuestas reconocidas empresas ofrecían a través de los portales electrónicos y, sin haber visto físicamente los vehículos, pagaron por ellos y nunca los recibieron.
No son ingenuos, tampoco incautos; simplemente son víctimas de un delito consumado por delincuentes que aprovechan Internet para delinquir porque los beneficia con el anonimato y la impunidad, amplifica su impacto, el delito ocurre con mayor velocidad y reduce costos.
Esta realidad refleja la vulnerabilidad de los usuarios de internet en el ciberespacio porque si bien en México existe una estrategia de ciberseguridad ésta aparentemente no es efectiva. Los ciberdelincuentes operan con impunidad y los cibernautas son víctimas del crimen cibernético.
Impunidad
Delinquir desde el ciberespacio es rápido, altamente rentable y con garantía para los ciberdelincuentes de no ser atrapados.
El modelo delictivo en el ciberespacio parece idéntico al que ocurre en el espacio físico, pero no lo es, la diferencia es que con Internet se complejizan o incrementan los problemas jurídicos; por ejemplo, la ubicuidad de Internet puede deslocalizar al victimario, le permite instalarse en otro país y hace que su localización sea distinta a la de la víctima, lo cual excede la capacidad de las autoridades nacionales que corresponden al lugar de la comisión del delito para procurar y administrar justicia. Los conflictos de jurisdicción y el alcance de las autoridades competentes hacen del hecho delictivo un asunto globalizado de difícil resolución.
Internet es barato, rápido y altamente rentable para delinquir. Cuesta apenas mil pesos, o poco más, un dominio y un hosting para instalar en el ciberespacio una página electrónica ficticia y operar desde ahí un fraude cibernético transnacional.
En ocasiones, ni siquiera es necesario pagar porque con habilidades y herramientas digitales es posible vulnerar un servidor ajeno e insertar un portal electrónico utilizado para el delito; o sencillamente aprovechar a los intermediarios de Internet que ofrecen una página web gratuita. Una vez creado el sitio electrónico ficticio se puede promocionar en MercadoLibre, otros mercados electrónicos o, incluso, en redes sociales como Facebook, donde el costo no rebasa los 300 pesos.
Los ciberdelincuentes son expertos en violar cualquier esquema de seguridad en el ciberespacio así sea de los más avanzados, aunque no siempre se valen de esas herramientas; también recurren a la manipulación y engaño de sus víctimas, una técnica científicamente conocida como ingeniería social con la que inducen a su víctima a que haga algo, diga algo o deje de hacer algo que a ellos les va a beneficiar. No vulneran ningún sistema computarizado, simplemente maniobran con la mente humana.
Las posibilidades de que los ciberdelincuentes sean sorprendidos y capturados son prácticamente nulas. En México, de 2014 a enero de 2019, al menos 526 personas físicas y morales fueron víctimas del fraude cibernético a través del falso remate de flotillas; y aunque todos denunciaron, las procuradurías y fiscalías locales del país no reportan a ningún detenido.
Manipulación
Los ciberdelincuentes son expertos en violar cualquier esquema de seguridad en el ciberespacio así sea de los más avanzados; también manipulan a sus víctimas con ingeniería social.
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El regalo
Vivir la experiencia de un fraude cibernético